sábado, 29 de noviembre de 2014



Mockingjay – Suzanne Collins

“She’s not here. You can hiss all you like. You won’t find Prim”
Katniss Everdeen

Después de eventos tan espantosos como una guerra y los ahora definitivamente desterrados Juegos del Hambre, Katniss Everdeen llega con vida al final de esta tercera entrega de la trilogía. Sobrevive, y con ella sobrevive también su madre, Peeta, Gale, Haymitch, Plutarch, Effie Trinket, Annie y Buttercup. Katniss es testigo de cómo Finnick es despedazado por mutantes; y de cómo su hermana Prim muere en pedazos al caer sobre ella y el equipo de paramédicos que acude a auxiliar a un grupo de niños bombardeados, un segundo cargamento de paracaídas plateados con bombas.
El epílogo de esta obra nos regala una Katniss que después de 15 años por fin accede a tener los hijos de Peeta. Una Katniss que lleva a cuestas el horror de todo cuanto vivió. Peeta y Katniss habrán de ir explicando, a la par de la historia de Panem que los niños aprenden en la escuela, que ellos tuvieron participación en los Juegos del Hambre. Quizás con ello, sus hijos puedan entender por qué Katniss tiene pesadillas que nunca habrán de irse y por qué le cuesta tanto disfrutar de un poquito de felicidad al lado de estos nuevos seres queridos.
La narración en primera persona cobra gran fuerza en esta tercera parte de la trilogía. En Katniss, las sensaciones de angustia e impotencia al saberse un peón que será utilizado a conveniencia de los intereses de la rebelión se mezclan estrepitosamente con la incapacidad de determinar sus afectos más allá de los filiales. Mockingjay se divide, como las entregas previas, en tres partes: The ashes, The assault y The assassin.

En The ashes sabemos que el legendario Distrito 13 existe bajo tierra, se encuentra habitado, habilitado y listo para orquestar la rebelión a mando de su presidenta, Alma Coin. En The ashes confirmamos que el Distrito 12 fue brutalmente bombardeado en respuesta a la destrucción de la arena en forma de reloj de la cual Katniss fue rescatada, que Gale consiguió evacuar a mucha gente justo antes del bombardeo, incluida la familia de Katniss, y que ahora viven en los oscuros compartimentos del Distrito 13. Confirmamos también que Johanna y Peeta no pudieron ser rescatados de la arena igual que  Katniss y que se encuentran, al igual que Enobaria y Annie, en poder del presidente Snow. Katniss vive la presión por parte de las cabezas a cargo de tomar en serio su papel de símbolo de la rebelión, The Mockinjay, con o sin guión. A la par, Katniss vive la paranoia de un aroma particular, el de las rosas blancas que usa el presidente Snow para advertirle que él puede hacerle daño a la gente que ella ama, si decide ser el símbolo de la rebelión; y de la imagen de Peeta, quien es televisado para dirigirse a los rebeldes y hacerles desistir de su objetivo. De esta primera parte, le comparto la noche en que Katniss externa que tomará el papel del símbolo de la rebelión.

“Tomorrow morning, I’m going to agree to be the Mockingjay,” I tell her.
“Because you want to or because you feel forced into it?” she asks.
I laugh a little. “Both, I guess. No, I want to. I have to, if it will help the rebels defeat Snow.” I squeeze the pearl more tightly in my fist. “It’s just… Peeta. I’m afraid if we do win, the rebels will execute him as a traitor.”
Prim thinks this over. “Katniss, I don’t think you understand how important you are to the cause. Important people usually get what they want. If you want to keep Peeta safe from the rebels, you can.”
I guess I’m important. They went through a lot of trouble to rescue me. They took me to 12. “You mean… I could demand that they give Peeta immunity? And they’d have to agree to it?”
“I think you could demand almost anything and they’d have to agree to it.” Prim wrinkels her brow. “Only how do you know they’ll keep their word?”

En The assault somos testigos de cómo es bombardeado el hospital que Katniss, en su calidad de Mockingjay, acude a visitar en el Distrito 8; y de cómo la presidenta Coin accede a una misión de rescate para traer a los 4 tributos en poder de Snow para tranquilidad y mejor funcionamiento de los soldados Katniss y Finnick, quienes no son aceptados en el equipo de rescate pero sí Gale. Esta misión es exitosa, y el reencuentro de Finnick y Annie enternecedor. Katniss, por su parte, es feliz de ver regresar a Gale y a Peeta, al suministro de cuidados pero a salvo.
Muy probablemente será The assault donde se decida hacer un corte para presentar la historia en 2 partes en su versión cinematográfica, pues es a partir de aquí que vemos que el Distrito 13 también decide que una manera de presionar a la Capital es cortando sus suministros de comida, armamento y población a favor suyo. Esto incluye, gracias a la solución propuesta por Gale, sangre de cazador al fin y al cabo, crear una avalancha que deje atrapados a los trabajadores y ciudadanos del Distrito 12 en la fortaleza antes una mina llamada The Nut. Esta es una de las acciones que Katniss considera una infamia: su padre murió precisamente en una mina colapsada. Luego de tan terribles eventos, se preparará la boda de Finnick y Annie en el Distrito 13. De esta segunda parte le comparto la condición en la que se encuentra Peeta:

Terror. Hallucinations. Nightmarish visions of losing those I love. Because the venom targets the part of the brain that houses fear.
“I’m sure you remember how frightening it was. Did you also suffer mental confusion in the aftermath?” asks Beetee. “A sense of being usable to judge what was true and what was false? Most people who have been stung and lived to tell about it report something of the kind.”
Yes. That encounter with Peeta. Even after I was clearheaded, I wasn’t sure if he had saved my life by taking on Cato or if I’d imagined it.
“Recall is made more difficult because memories can be changed.” Beetee taps his forehead. “Brought to the forefront of your mind, altered, and saved again in the revised form. Now imagine that I ask you to remember something – either with a verbal suggestion or by making you watch a tape of the event -  and while that experience is refreshed, I give you a dose of tracker jacker venom. Not enough to induce a three-day blackout. Just enough to infuse the memory with fear and doubt. And that’s what your brain puts in long-term storage.”

Al inicio de The assassin me pareció que el título hacía referencia a Peeta, y que sería Katniss a quien él asesinaría, presa de las alucinaciones con las que fue torturado y a partir de las cuales cree que Katniss es una mutante a quien él está programado para matar. Pero la rehabilitación que el Distrito 13 ha llevado a cabo en Peeta ha sido bastante buena, y poco a poco puede distinguir qué recuerdos son reales y cuáles fueron implantados. La última parte de esta entrega se centra en la misión del escuadrón que se encargará de infiltrarse en la Capital y capturar o aniquilar al presidente Snow. Jackson, Boggs, Gale, Finnick, Katniss y el inestable Peeta son parte de este escuadrón. El Distrito 13 logra capturar al presidente Snow, y lo único que mantiene a Katniss medio lúcida y en pie a pesar de las múltiples quemaduras y heridas es la promesa de que ella podrá disparar en la ejecución del presidente Snow. Previo a su ejecución, la presidenta Coin reúne a los últimos ganadores de los Juegos del Hambre, para dejarles la decisión a voto entre 2 opciones: la ejecución de la totalidad de la población de la Capital, o la realización de una última y simbólica entrega de los Juegos del Hambre, en la cual habrán de participar los hijos de aquellos con más poder y alto rango en la Capital. Peeta se opone terminantemente a estos Juegos; Katniss asiente, por Prim. De esta última parte, le comparto la siguiente escena, la ejecución:

When they march Snow out the door, the audience goes insane. They secure his hands behind a post, which is unnecessary. He´s not going anywhere. There´s nowhere to go. This is not the roomy stage before the Training Center but the narrow terrace in front of the president’s mansion. No wonder no one bothered to have me practice. He’s ten yards away.
I feel the bow purring in my hand. Reach back and grasp the arrow. Position it, aim at the rose, but watch his face. He coughs and a bloody dribble runs down his chin. His tongue flicks over his puffy lips. I search his eyes for the slightest sign of anything, fear, remorse, anger. But there’s only the same look of amusement that ended our last conversation. It’s as if he’s speaking the words again. “Oh, my dear Miss Everdeen. I thought we had agreed not to lie to each other.”
He’s right. We did.
The point of my arrow shifts upward. I release the string. And president Coin collapses over the side of the balcony and plunges to the ground. Dead.

Espero que haya disfrutado su resumen, peladito y en la boca.




lunes, 1 de septiembre de 2014


La piel del cielo – Elena Poniatowska

“Podría irme diez años y regresar a encontrarme los mismos tejocotes pudriéndose bajo los árboles”
Lorenzo de Tena

El fin de semana pasado terminé el primer y único libro que he leído de doña Elenita Poniatowska. He quedado complacida por la descripción de los escenarios en los que ocurre la historia de Lorenzo De Tena; especialmente aquellos donde alguna vez he caminado, donde he caminado más de una vez y donde siempre que vuelvo camino absorbiendo una imagen de 360 grados. Esta tierna y desparpajada obra recorre la vida de Lorenzo, el mayor de cinco hermanos que parten de Coyoacán hacia la ciudad de México al morir su madre. 
Lorenzo y sus hermanos y hermanas viven la orfandad materna en casa del padre y de su santiguada hermana, Tana. De carácter particularmente irascible, Lorenzo crece en medio de una clase social acomodada a la que critica y aborrece. Incluso el grupo de amigos que forma desde pequeño le es eternamente incomprensible en sus formas, en sus apreciaciones, aspiraciones y alegrías. Un omnipresente mal humor y una impaciencia eterna se suavizan sólo hasta que la casualidad lo pone frente a un telescopio que le permite sobreponerse a lo que él conoció como la limitación de sus sentidos. Su inapagable energía parece por fin encontrar cauce para verterse: la posibilidad de penetrar la oscuridad del cielo y entender lo que ocurre en su fría negrura.
Lorenzo De Tena se hace astrónomo a base de invertir incontables horas de observación en telescopios de inmensa y de nula potencia. El observatorio donde empieza y acaba nuestra historia es el de Tonanzintla. Comparto aquí la descripción de tan entrañable valle a la llegada de Lorenzo y su hermano Juan al observatorio:


Desde el edificio principal sobre cuya fachada Luis Enrique Erro mandó grabar en griego una frase del Prometeo de Esquilo: “Dios liberó a los hombres del temor a la muerte dándoles quimeras y esperanzas”, la vista del valle de Cholula era insuperable, los volcanes podían contemplarse casi todo el año. Y contemplarse era la palabra porque nada más propicio a la meditación que ese paisaje que enlazaba el valle y la montaña, asentándolos sobre la tierra para dar un peso y una razón de ser a la vida de los habitantes. Pocos iban a Puebla a la fábrica de Talavera en bicicleta a trabajar ocho horas diarias. La vida transcurría al son de las campanas. Su tañido hacía pensar en López Velarde y en su lenta conversación con el campanero. Las campanas eran trescientas sesenta y seis, una para cada día del año y una más para los años bisiestos, alojadas en los campanarios de trescientas sesenta y cinco iglesias. ¿Cómo tañerían cuando repicaban al unísono?

Esa tarde Erro tomó té con los dos hermanos.
            -¿No le parece un sitio ideal, amigo Juan? Miren ustedes, allá al este, el Popocatépetl y la Iztaccíhuatl, al oeste, La Malinche y más allá el Pico de Orizaba, aquí el Paso de Cortés. ¿Qué más podrían pedir en este escenario grandioso? ¿Ya notó la calidad del aire, condición fundamental para la observación del cielo, amigo Juan? Al norte puede distinguirse la pirámide de Cholula, ¿la ve usted rematada por una iglesia colonial? Más abajo está Chipilo, donde unos italianos hacen la mejor mantequilla y el mejor queso. Así que, amigo Juan, tiene el privilegio de trabajar en uno de los sitios más notables de México.

A la par de la grandeza y abundancia percibida por algunos de nuestros personajes, los hermanos De Tena destazan el país con sus palabras, revelando sus viciosos dobleces y su inevitable condena.

¿Así que este cerro pelón era el Observatorio? Juan miró el pueblo que parecía deshabitado como casi todos los pueblos de México, y la loma en la que Erro mandó construir el Observatorio, hongo solitario. A su lado, ni un asomo de milpa. “Allá arriba sólo se dan los guijarros que la lluvia hace rodar para abajo”, habría de decirle días más tarde don Crispín el de la miscelánea. Su velicito le pesó. ¿En dónde viviría si ninguna puerta se abría, si nadie se asomaba a su paso aunque en los corrales se oyera el cacarear de las gallinas? Alguien debía alimentarlas. De pronto, a la vuelta de la curva vio el pino. Se lo diría a Erro: “Arriba pueden sembrarse árboles puesto que ya hay un pino”. Probablemente le respondería que él había venido a hacer astronomía, no reforestación.

De pie junto a Erro, Lorenzo miró hacia Puebla de los Ángeles, cada vez más extendida.
            -¿No teme usted, señor, que pase con Puebla lo mismo que en la ciudad de México y nos invada con su iluminación cada vez más intensa? – preguntó sin dejar de entrecerrar los ojos para ver más lejos.
            -¡Con razón tiene fama de pesimista, amigo Tena! Graef dice que falta mucho para que advenga semejante desgracia.

Lorenzo sale del país y vuelve a él, lo cual acentúa su espíritu competitivo y testarudo, así como su negativa a conformarse con el tajo de ciencia que le ha tocado vivir a él y a su México.

Si en Tonanzintla había empezado su verdadera relación con el cielo, en Harvard éste le pareció suntuoso y altivo, un cielo que no lo invitaba a pasar. En México, el cielo era su sombrero, su cuate de allá arriba, le pertenecía: era un animal que lo incluía, lo cobijaba, un cielo-oso, un cielo-vaca, un cielo-perro, vaya, y aquí en los Estados Unidos no había encontrado sino un cielo magnífico, pero que no respiraba con él ni lo abrazaba grandote y familiar hasta la embriaguez conjunta. Aquí en Harvard el cielo lo observaba a él.

Le asombró la lentitud de las comidas impuntuales y copiosas que aniquilaban la tarde para cualquier cosa que no fuera una siesta de boa constrictora. “¿A poco ya te hiciste gringo? La comida mexicana es la mejor del mundo.” En Harvard, el lunch apenas si era una pausa entre dos trabajos, un impulso entre dos ideas. No había tiempo que perder. Aquí, el tiempo era una manita de puerco en vinagreta a la que había que chuparle los huesos. Y ahora unas tostadas de pata y unos tacos de lomo, estos cueritos están a todísima madre, unos chicharrones en salsa verde, puerco, puerco y más puerco y pásame otra tortilla para mi cabeza de puerco. “Lencho, ¿cómo pudiste vivir sin tlacoyos ni pambazos?” Tal parecía que México era una inmensa garnacha friéndose al sol.

Lorenzo atestigua la construcción de Ciudad Universitaria, y lucha consigo mismo para no perder la paciencia al reclutar estudiantes a los cuales formar en astronomía.

“Maestro, es que me voy a casar.” “Se lleva usted a su mujer.” “Doctor, mis padres no van a aguantar cuatro años de ausencia.” “Si usted les dice que va, hasta irán a visitarlo.” “No tienen con qué, doctor.” “Usted puede trabajar en sus horas libres, todos los muchachos lo hacen.” “Maestro, mi inglés es pésimo.” “¿Y qué? También el mío lo era. Tome usted un curso intensivo y allá termina de aprenderlo.” “Soy antiyanqui. Detesto su cultura.” “No se preocupe, puedo arreglarle una beca en Inglaterra, Francia, Italia o Japón. ¿Quiere ir al observatorio de Byurakan, en Armenia?” Las horas de convencimiento lo desgastaban.

De Tena ignoraba lo que significaban los lazos familiares y así fue a decírselo a Graef. El apretado cerco se volvía un nudo ciego, por no decir la cuerda del ahorcado. Ninguno de estos muchachos tenía espíritu de aventura. “Claro que lo tienen, Lorenzo, debes descubrírselo,” Lorenzo alegó que le parecía muy superior la educación norteamericana, que saca a sus jóvenes a los dieciséis años del home sweet home para no regresar sino hasta el día de Thanksgiving. Eso sí que era liberador. Aquí, ninguno podía romper el cordón umbilical.

Nuestro héroe tuvo mujeres a lo largo de su vida. Desde su juventud, durante su estancia fuera del país, en la ciudad de México y en Tonanzintla. Fausta, la última mujer de su vida y con quien él por fin acepta quiere pasar el resto de sus días a pesar de sus hábitos tan poco convencionales y exasperantes, toma una maleta y abandona la casita de Tonanzintla para nunca más volver. Lorenzo De Tena había ido a verla a su casa, por fin se había rendido al hecho de que la amaba y, sin expresar tan aplastante verdad la poseyó en un pestañazo. Acto seguido la arropó y le aseguró que estaría de regreso a media noche. Llegó hasta el telescopio a trabajar y reparó en todo este tiempo que ella había sido su compañera. Apagó todo y bajó corriendo hasta la casita, dispuesto a dejar de girar en su solitaria órbita, a tener hijos y a volver al rumor de la vida diaria con ella.
Nunca debió de haberse ido. Tenía que haberse quedado.

Espero que haya disfrutado su resumen, peladito y en la boca.


miércoles, 2 de abril de 2014



Cerati en primera persona – Maitena Aboitiz

No quiero ser una sola cosa. Me resisto a serlo y doy pruebas con lo que hago.
G. Cerati
p. 304

Claro que no sabía que el libro iba a salir, simplemente me topé con él de frente. Completamente desacostumbrada a hurgar los ires y venires de aquellos cuya creatividad musical admiro, sin saberme siquiera sus fechas de cumpleaños, dónde fueron a la escuela o dónde tocaron por primera vez, haber pasado un día por las revistas del Samborns y ver el montón de libros con una de foto de Gustavo Cerati en blanco y negro me paró en seco. Y tomé uno para verle el lomo y la contraportada, sólo para volver a dejarlo en su lugar, enojada, furiosa. Desaprobación.
Claro que no lo compré. Claro que me negué a recibirlo como regalo. Claro que quería olvidarme de su existencia. Tenía mucho tiempo que había dejado fuera de mi reproductor de música los discos de Gustavo Cerati. Tenía mucho tiempo de haberme dado a la tarea de seguir viviendo, trabajando y buscando música que tuviera mucha calidad. Pero poco a poco, a partir de ese día, volví a escuchar sus discos, con el mismo sentimiento de enojo hacia el genio que cayó presa  de su genialidad. Se acercaron las vacaciones de Navidad del 2013 y volví a encontrar el libro. Y volví a casa con él.

No fue un libro sencillo de leer, no para mí.

Cerati en primera persona es una recopilación cronológica de cosas dichas por él en entrevistas a distintos medios de comunicación. Se encuentra dividido en 14 capítulos, cada uno de ellos dedicado a y bajo el título de cada una de sus creaciones discográficas. Empieza con la grabación de Colores Santos y termina con la presentación de Fuerza Natural. Al centro tenemos el lujo de 16 páginas con 72 fotografías. La primera página de cada capítulo muestra la ficha técnica de dicha creación discográfica, las últimas mucho más detalladas que las primeras pero todas ellas dando cuenta de quiénes participaron en la creación de cada disco. El relato de cada capítulo es, enteramente, de voz de Gustavo Cerati.

Puedo contar con los dedos de una mano las veces en las que oí su voz dando alguna declaración en entrevista de prensa durante alguna nota en la sección de espectáculos en televisión. El tiempo total que debí haberle escuchado hablar, contando las pocas palabras que nos dirigía al público que le fuimos a ver tocar en vivo y los especiales musicales que llegué a comprar no debe sumar más de 2 horas. Por ello, tener en mis manos la posibilidad de recrear su voz al habla hizo de ésta una de las lecturas más tristes de toda mi vida lectora.

Cierto, hubo regocijo. En una máquina del tiempo voluntaria, recorrí aquello que yo vivía cuando compré su primer disco, Amor Amarillo, a la par de la lectura que hacía de su recuento. Recordé que para la llegada desfasada de Colores Santos a las tiendas de discos yo no tenía ni un quinto en la bolsa. Mientras leía, recordé la época inocente en la que vivía, y luego los días aciagos y de total incertidumbre que se me vinieron encima. Recordé el regreso de la alegría, la certeza de lo incierto y la llegada resuelta de la malicia. Recordé la pérdida de la salud, la recuperación de la salud, el convencimiento de que no puede haber nada que esté por encima de mi salud física y mental ni la de los míos. Hubo regocijo. Pero éste sólo duraba en tanto me quedara en el capítulo que leía pues, contrario a todas mis demás lecturas, ésta tenía un final que ya conocía y detestaba.

Este es un libro que no iba a leerme, como otros, de una sentada. No es un libro al que, como otros, corría a la primera oportunidad que tenía. Es un libro para el que tenía que estar de humor para leerlo. No si venía de alguna emoción intensa, buena o mala. Necesitaba estar de humor neutro para leerlo.  Y con todo, tenía que cerrarlo y dejarlo sin abrir por unos días. Me vi buscando trabajo que hacer para no tener tiempo de leerlo. Al final, encontrando el humor para leer Fuerza Natural, el último capítulo, me di cuenta que si bien mi enojo hacia el genio que cayó presa de su genialidad permanece intacto, el resto de los capítulos me ayudaron a recordar que hay otros sentimientos que guardo hacia el Leo que reverbera una luz y energía tal que no soportaba dentro de sí mismo y que tenía que sacar y compartir con el mundo.
Comparto aquí la última reflexión suya en torno al lanzamiento de Fuerza Natural.

Esto es lo que viene. Esto es lo que me representa ahora. Esto es lo que me va a llevar por el mundo a tocar. Y esto es lo que me hace sentir orgulloso.
Estoy disfrutando el recorrido, ¿no? Y es un poco la sensación: disfrutar el trayecto.
Llegar a estas épocas de mi vida y disfrutarlo… no es algo que sea una felicidad ¡wuaa! de esas que puede ser haber tenido a mis hijos. Pero la verdad es que yo recomiendo este kilometraje porque cuando uno es más péndex, la ansiedad muchas veces no te deja vivir los momentos que como los orientales bien dicen son el aquí y el ahora, y cuando llegás a esta edad que tengo, de la cual no reniego en lo más mínimo, me doy cuenta de que uno puede disfrutar más de eso que uno habla y pocas veces hace: de estar más acá.


Espero que haya disfrutado su resumen, peladito y en la boca.

lunes, 3 de febrero de 2014


East of Eden – John Steinbeck

Todos venimos de una familia. Es la convivencia con esta o la falta de la misma lo que parece definir casi todo lo que somos. La realidad es que lo que somos lo traemos adentro.

Para recibir al 2014 di una mirada al pasado: East of Eden es el primer libro que leí en lengua inglesa en mis años universitarios. Es el único libro que he leído de Jonh Steinbeck y uno de los que todavía conservo amarillentos casi verdosos.
East of Eden es la historia de dos familias a lo largo de tres generaciones, algo que a muchos de nosotros también nos ha tocado vivir: presenciar los ires y venires de tres generaciones en nuestras propias familias. Estas dos familias son los Hamilton y los Trask, ambas asentadas en el valle Salinas en California, Estados Unidos.
Sin agua en abundancia en sus tierras, los Hamilton viven de forma austera, sin amasar fortunas pero sin tirarse a la pobreza. Encabezados por Samuel y Liza, irlandeses de origen y cada quien a su manera de férrea pureza, los Hamilton son una familia numerosa que alberga un abanico de posibilidades para el destino de cada vástago.
Adam Trask, único sobreviviente de una familia de la costa Este del país cuya única forma de cariño era el maltrato a veces seguido de arrepentimiento, establece su residencia en uno de los mejores sectores del valle. Ha traído consigo la holgura de su herencia y la etérea, impenetrable mujer que lo ha hechizado a grado tal que él sólo ve imágenes de una familia próspera y radiante, aun cuando ella, Cathy Ames, le ha dicho con todas sus letras que habrá de irse de su lado.
Esta novela dividida en cuatro partes y 55 capítulos me atrapó en el capítulo 8, el cual está enteramente dedicado al personaje que se robó toda mi atención por el resto de la obra: Cathy Ames. De ella le regalo algunos fragmentos:

Monsters are variations from the accepted normal to a greater or less degree. As a child may be born without an arm, so one may be born without kindness or the potential of conscience. A man who loses his arms in an accident has a great struggle to adjust himself to the lack, but one born without arms suffers only from people who find him strange. Having never had arms, he cannot miss them. Sometimes when we are little we imagine how it would be to have wings, but there is no reason to suppose it is the same feeling birds have. No, to a monster the norm must seem monstrous, since everyone is normal to himself. To the inner monster it must be even more obscure, since he has no visible thing to compare with others. To a man born without conscience, a soul-stricken man must seem ridiculous. To a criminal, honesty is foolish. You must not forget that a monster is only a variation, and that to a monster, the norm is monstrous.
It is my belief that Cathy Ames was born with the tendencies, or lack of them, which drove and forced her all of her life. Some balance wheel was mis-weighted, some gear out of ratio. She was not like other people, never was from birth. And just as a cripple may learn to utilize his lack so that he becomes more effective in a limited field than the uncrippled, so did Cathy, using her indifference, make a painful and bewildering stir in her world.

El querido y respetado Samuel Hamilton, de carácter afable y plática fácil, conoce a Cathy. Samuel no alcanza a descifrar qué le resulta anormal en Cathy. No es sino hasta después de que ella le lacera una mano mientras él la asiste en el parto de sus dos gemelos que, luego de una tremenda fiebre por la infección, Samuel decide aceptar que ella alberga maldad dentro. Aquí algunos fragmentos del escaso contacto entre ambos.

He paused, and the silence dropped. Cathy looked down at her plate while she ate a sliver of roast lamb. She looked up as she put it between her small sharp teeth. Her wide-set eyes communicated nothing. Samuel shivered.

…It was the eyes, of course, Samuel thought. Only twice in my life have I seen eyes like that – not like human eyes…

He had not looked at her closely until now. And he saw true hatred in her eyes, unforgiving, murderous hatred.
She made a great effort. And it gave him a shivering to see her face change, the steal leave her eyes, the lips thicken from line to bow, and the corners turn up. He noticed a movement of her hands, the fists unclench and the fingers turn pinkly upward. Her face became young and innocent and bravely hurt. It was like one magic-lantern slide taking the place of another.
He put his hand on her forehead where her scar showed dark and angry. “How did you get the hurt on your head?” he asked.
Her head jerked up and her sharp teeth fastened on his and across the back and up into the palm near the little finger. He cried out in pain and tried to pull his and away, but her jaw was set and her head twisted and turned, mangling his hand the way a terrier worries a sack. A shrill snarling came from her set teeth. He slapped her on the cheek and it had no effect. Automatically he did what he would have done to stop a dog fight. His left hand went to her throat and he cut off her wind. She struggled and tore at his hand before her jaws unclenched and he pulled his hand free. The flesh was torn and bleeding. He stepped back from the bed and looked at her with fear. And when he looked, her face was calm, and young and innocent.
“I’m sorry,” she said quickly. “Oh, I’m sorry.”
Samuel shuddered.
“It was the pain,” she said.

Cuando la película, efectivamente, con James Dean, me llegó a las manos algunos años después, me senté a verla esperando con ansia ver a Cathy Ames. Les quedó tan desdibujada que no guardo memoria de prácticamente ninguna escena del resto de tan llevado y traído clásico del cine norteamericano. En fin, seguramente el director también tuvo sus personajes favoritos. 
Como no recuerdo cómo acaba la película, le contaré que al final de la obra literaria vemos a Adam Trask en su lecho de muerte; a su lado el hijo gemelo que aún vive, Cal, y su fiel sirviente chino Lee. Lee suplica a Adam le conceda a Caleb la gracia de su bendición y con ella su perdón por haber asesinado a su hermano gemelo Aaron.

The whole bed seemed to shake under the concentration. Adam’s breath came quick with this effort and then, slowly, his right hand lifted – lifted an inch and then fell back.
Lee’s face was haggard. He moved to the head of the bed and wiped the sick man’s damp face with the edge of the sheet. He looked down at the closed eyes. Lee whispered, “Thank you, Adam – thank you, my friend. Can you move your lips? Make your lips form his name.”
Adam looked up with sick weariness. His lips parted and failed and tried again. Then his lungs filled. He expelled the air and his lips combed the rushing sigh. His whispered word seemed to hang in the air:
 “Timshel!”
His eyes closed and he slept.


Espero que haya disfrutado su resumen, peladito y en la boca.