sábado, 29 de noviembre de 2014



Mockingjay – Suzanne Collins

“She’s not here. You can hiss all you like. You won’t find Prim”
Katniss Everdeen

Después de eventos tan espantosos como una guerra y los ahora definitivamente desterrados Juegos del Hambre, Katniss Everdeen llega con vida al final de esta tercera entrega de la trilogía. Sobrevive, y con ella sobrevive también su madre, Peeta, Gale, Haymitch, Plutarch, Effie Trinket, Annie y Buttercup. Katniss es testigo de cómo Finnick es despedazado por mutantes; y de cómo su hermana Prim muere en pedazos al caer sobre ella y el equipo de paramédicos que acude a auxiliar a un grupo de niños bombardeados, un segundo cargamento de paracaídas plateados con bombas.
El epílogo de esta obra nos regala una Katniss que después de 15 años por fin accede a tener los hijos de Peeta. Una Katniss que lleva a cuestas el horror de todo cuanto vivió. Peeta y Katniss habrán de ir explicando, a la par de la historia de Panem que los niños aprenden en la escuela, que ellos tuvieron participación en los Juegos del Hambre. Quizás con ello, sus hijos puedan entender por qué Katniss tiene pesadillas que nunca habrán de irse y por qué le cuesta tanto disfrutar de un poquito de felicidad al lado de estos nuevos seres queridos.
La narración en primera persona cobra gran fuerza en esta tercera parte de la trilogía. En Katniss, las sensaciones de angustia e impotencia al saberse un peón que será utilizado a conveniencia de los intereses de la rebelión se mezclan estrepitosamente con la incapacidad de determinar sus afectos más allá de los filiales. Mockingjay se divide, como las entregas previas, en tres partes: The ashes, The assault y The assassin.

En The ashes sabemos que el legendario Distrito 13 existe bajo tierra, se encuentra habitado, habilitado y listo para orquestar la rebelión a mando de su presidenta, Alma Coin. En The ashes confirmamos que el Distrito 12 fue brutalmente bombardeado en respuesta a la destrucción de la arena en forma de reloj de la cual Katniss fue rescatada, que Gale consiguió evacuar a mucha gente justo antes del bombardeo, incluida la familia de Katniss, y que ahora viven en los oscuros compartimentos del Distrito 13. Confirmamos también que Johanna y Peeta no pudieron ser rescatados de la arena igual que  Katniss y que se encuentran, al igual que Enobaria y Annie, en poder del presidente Snow. Katniss vive la presión por parte de las cabezas a cargo de tomar en serio su papel de símbolo de la rebelión, The Mockinjay, con o sin guión. A la par, Katniss vive la paranoia de un aroma particular, el de las rosas blancas que usa el presidente Snow para advertirle que él puede hacerle daño a la gente que ella ama, si decide ser el símbolo de la rebelión; y de la imagen de Peeta, quien es televisado para dirigirse a los rebeldes y hacerles desistir de su objetivo. De esta primera parte, le comparto la noche en que Katniss externa que tomará el papel del símbolo de la rebelión.

“Tomorrow morning, I’m going to agree to be the Mockingjay,” I tell her.
“Because you want to or because you feel forced into it?” she asks.
I laugh a little. “Both, I guess. No, I want to. I have to, if it will help the rebels defeat Snow.” I squeeze the pearl more tightly in my fist. “It’s just… Peeta. I’m afraid if we do win, the rebels will execute him as a traitor.”
Prim thinks this over. “Katniss, I don’t think you understand how important you are to the cause. Important people usually get what they want. If you want to keep Peeta safe from the rebels, you can.”
I guess I’m important. They went through a lot of trouble to rescue me. They took me to 12. “You mean… I could demand that they give Peeta immunity? And they’d have to agree to it?”
“I think you could demand almost anything and they’d have to agree to it.” Prim wrinkels her brow. “Only how do you know they’ll keep their word?”

En The assault somos testigos de cómo es bombardeado el hospital que Katniss, en su calidad de Mockingjay, acude a visitar en el Distrito 8; y de cómo la presidenta Coin accede a una misión de rescate para traer a los 4 tributos en poder de Snow para tranquilidad y mejor funcionamiento de los soldados Katniss y Finnick, quienes no son aceptados en el equipo de rescate pero sí Gale. Esta misión es exitosa, y el reencuentro de Finnick y Annie enternecedor. Katniss, por su parte, es feliz de ver regresar a Gale y a Peeta, al suministro de cuidados pero a salvo.
Muy probablemente será The assault donde se decida hacer un corte para presentar la historia en 2 partes en su versión cinematográfica, pues es a partir de aquí que vemos que el Distrito 13 también decide que una manera de presionar a la Capital es cortando sus suministros de comida, armamento y población a favor suyo. Esto incluye, gracias a la solución propuesta por Gale, sangre de cazador al fin y al cabo, crear una avalancha que deje atrapados a los trabajadores y ciudadanos del Distrito 12 en la fortaleza antes una mina llamada The Nut. Esta es una de las acciones que Katniss considera una infamia: su padre murió precisamente en una mina colapsada. Luego de tan terribles eventos, se preparará la boda de Finnick y Annie en el Distrito 13. De esta segunda parte le comparto la condición en la que se encuentra Peeta:

Terror. Hallucinations. Nightmarish visions of losing those I love. Because the venom targets the part of the brain that houses fear.
“I’m sure you remember how frightening it was. Did you also suffer mental confusion in the aftermath?” asks Beetee. “A sense of being usable to judge what was true and what was false? Most people who have been stung and lived to tell about it report something of the kind.”
Yes. That encounter with Peeta. Even after I was clearheaded, I wasn’t sure if he had saved my life by taking on Cato or if I’d imagined it.
“Recall is made more difficult because memories can be changed.” Beetee taps his forehead. “Brought to the forefront of your mind, altered, and saved again in the revised form. Now imagine that I ask you to remember something – either with a verbal suggestion or by making you watch a tape of the event -  and while that experience is refreshed, I give you a dose of tracker jacker venom. Not enough to induce a three-day blackout. Just enough to infuse the memory with fear and doubt. And that’s what your brain puts in long-term storage.”

Al inicio de The assassin me pareció que el título hacía referencia a Peeta, y que sería Katniss a quien él asesinaría, presa de las alucinaciones con las que fue torturado y a partir de las cuales cree que Katniss es una mutante a quien él está programado para matar. Pero la rehabilitación que el Distrito 13 ha llevado a cabo en Peeta ha sido bastante buena, y poco a poco puede distinguir qué recuerdos son reales y cuáles fueron implantados. La última parte de esta entrega se centra en la misión del escuadrón que se encargará de infiltrarse en la Capital y capturar o aniquilar al presidente Snow. Jackson, Boggs, Gale, Finnick, Katniss y el inestable Peeta son parte de este escuadrón. El Distrito 13 logra capturar al presidente Snow, y lo único que mantiene a Katniss medio lúcida y en pie a pesar de las múltiples quemaduras y heridas es la promesa de que ella podrá disparar en la ejecución del presidente Snow. Previo a su ejecución, la presidenta Coin reúne a los últimos ganadores de los Juegos del Hambre, para dejarles la decisión a voto entre 2 opciones: la ejecución de la totalidad de la población de la Capital, o la realización de una última y simbólica entrega de los Juegos del Hambre, en la cual habrán de participar los hijos de aquellos con más poder y alto rango en la Capital. Peeta se opone terminantemente a estos Juegos; Katniss asiente, por Prim. De esta última parte, le comparto la siguiente escena, la ejecución:

When they march Snow out the door, the audience goes insane. They secure his hands behind a post, which is unnecessary. He´s not going anywhere. There´s nowhere to go. This is not the roomy stage before the Training Center but the narrow terrace in front of the president’s mansion. No wonder no one bothered to have me practice. He’s ten yards away.
I feel the bow purring in my hand. Reach back and grasp the arrow. Position it, aim at the rose, but watch his face. He coughs and a bloody dribble runs down his chin. His tongue flicks over his puffy lips. I search his eyes for the slightest sign of anything, fear, remorse, anger. But there’s only the same look of amusement that ended our last conversation. It’s as if he’s speaking the words again. “Oh, my dear Miss Everdeen. I thought we had agreed not to lie to each other.”
He’s right. We did.
The point of my arrow shifts upward. I release the string. And president Coin collapses over the side of the balcony and plunges to the ground. Dead.

Espero que haya disfrutado su resumen, peladito y en la boca.




lunes, 1 de septiembre de 2014


La piel del cielo – Elena Poniatowska

“Podría irme diez años y regresar a encontrarme los mismos tejocotes pudriéndose bajo los árboles”
Lorenzo de Tena

El fin de semana pasado terminé el primer y único libro que he leído de doña Elenita Poniatowska. He quedado complacida por la descripción de los escenarios en los que ocurre la historia de Lorenzo De Tena; especialmente aquellos donde alguna vez he caminado, donde he caminado más de una vez y donde siempre que vuelvo camino absorbiendo una imagen de 360 grados. Esta tierna y desparpajada obra recorre la vida de Lorenzo, el mayor de cinco hermanos que parten de Coyoacán hacia la ciudad de México al morir su madre. 
Lorenzo y sus hermanos y hermanas viven la orfandad materna en casa del padre y de su santiguada hermana, Tana. De carácter particularmente irascible, Lorenzo crece en medio de una clase social acomodada a la que critica y aborrece. Incluso el grupo de amigos que forma desde pequeño le es eternamente incomprensible en sus formas, en sus apreciaciones, aspiraciones y alegrías. Un omnipresente mal humor y una impaciencia eterna se suavizan sólo hasta que la casualidad lo pone frente a un telescopio que le permite sobreponerse a lo que él conoció como la limitación de sus sentidos. Su inapagable energía parece por fin encontrar cauce para verterse: la posibilidad de penetrar la oscuridad del cielo y entender lo que ocurre en su fría negrura.
Lorenzo De Tena se hace astrónomo a base de invertir incontables horas de observación en telescopios de inmensa y de nula potencia. El observatorio donde empieza y acaba nuestra historia es el de Tonanzintla. Comparto aquí la descripción de tan entrañable valle a la llegada de Lorenzo y su hermano Juan al observatorio:


Desde el edificio principal sobre cuya fachada Luis Enrique Erro mandó grabar en griego una frase del Prometeo de Esquilo: “Dios liberó a los hombres del temor a la muerte dándoles quimeras y esperanzas”, la vista del valle de Cholula era insuperable, los volcanes podían contemplarse casi todo el año. Y contemplarse era la palabra porque nada más propicio a la meditación que ese paisaje que enlazaba el valle y la montaña, asentándolos sobre la tierra para dar un peso y una razón de ser a la vida de los habitantes. Pocos iban a Puebla a la fábrica de Talavera en bicicleta a trabajar ocho horas diarias. La vida transcurría al son de las campanas. Su tañido hacía pensar en López Velarde y en su lenta conversación con el campanero. Las campanas eran trescientas sesenta y seis, una para cada día del año y una más para los años bisiestos, alojadas en los campanarios de trescientas sesenta y cinco iglesias. ¿Cómo tañerían cuando repicaban al unísono?

Esa tarde Erro tomó té con los dos hermanos.
            -¿No le parece un sitio ideal, amigo Juan? Miren ustedes, allá al este, el Popocatépetl y la Iztaccíhuatl, al oeste, La Malinche y más allá el Pico de Orizaba, aquí el Paso de Cortés. ¿Qué más podrían pedir en este escenario grandioso? ¿Ya notó la calidad del aire, condición fundamental para la observación del cielo, amigo Juan? Al norte puede distinguirse la pirámide de Cholula, ¿la ve usted rematada por una iglesia colonial? Más abajo está Chipilo, donde unos italianos hacen la mejor mantequilla y el mejor queso. Así que, amigo Juan, tiene el privilegio de trabajar en uno de los sitios más notables de México.

A la par de la grandeza y abundancia percibida por algunos de nuestros personajes, los hermanos De Tena destazan el país con sus palabras, revelando sus viciosos dobleces y su inevitable condena.

¿Así que este cerro pelón era el Observatorio? Juan miró el pueblo que parecía deshabitado como casi todos los pueblos de México, y la loma en la que Erro mandó construir el Observatorio, hongo solitario. A su lado, ni un asomo de milpa. “Allá arriba sólo se dan los guijarros que la lluvia hace rodar para abajo”, habría de decirle días más tarde don Crispín el de la miscelánea. Su velicito le pesó. ¿En dónde viviría si ninguna puerta se abría, si nadie se asomaba a su paso aunque en los corrales se oyera el cacarear de las gallinas? Alguien debía alimentarlas. De pronto, a la vuelta de la curva vio el pino. Se lo diría a Erro: “Arriba pueden sembrarse árboles puesto que ya hay un pino”. Probablemente le respondería que él había venido a hacer astronomía, no reforestación.

De pie junto a Erro, Lorenzo miró hacia Puebla de los Ángeles, cada vez más extendida.
            -¿No teme usted, señor, que pase con Puebla lo mismo que en la ciudad de México y nos invada con su iluminación cada vez más intensa? – preguntó sin dejar de entrecerrar los ojos para ver más lejos.
            -¡Con razón tiene fama de pesimista, amigo Tena! Graef dice que falta mucho para que advenga semejante desgracia.

Lorenzo sale del país y vuelve a él, lo cual acentúa su espíritu competitivo y testarudo, así como su negativa a conformarse con el tajo de ciencia que le ha tocado vivir a él y a su México.

Si en Tonanzintla había empezado su verdadera relación con el cielo, en Harvard éste le pareció suntuoso y altivo, un cielo que no lo invitaba a pasar. En México, el cielo era su sombrero, su cuate de allá arriba, le pertenecía: era un animal que lo incluía, lo cobijaba, un cielo-oso, un cielo-vaca, un cielo-perro, vaya, y aquí en los Estados Unidos no había encontrado sino un cielo magnífico, pero que no respiraba con él ni lo abrazaba grandote y familiar hasta la embriaguez conjunta. Aquí en Harvard el cielo lo observaba a él.

Le asombró la lentitud de las comidas impuntuales y copiosas que aniquilaban la tarde para cualquier cosa que no fuera una siesta de boa constrictora. “¿A poco ya te hiciste gringo? La comida mexicana es la mejor del mundo.” En Harvard, el lunch apenas si era una pausa entre dos trabajos, un impulso entre dos ideas. No había tiempo que perder. Aquí, el tiempo era una manita de puerco en vinagreta a la que había que chuparle los huesos. Y ahora unas tostadas de pata y unos tacos de lomo, estos cueritos están a todísima madre, unos chicharrones en salsa verde, puerco, puerco y más puerco y pásame otra tortilla para mi cabeza de puerco. “Lencho, ¿cómo pudiste vivir sin tlacoyos ni pambazos?” Tal parecía que México era una inmensa garnacha friéndose al sol.

Lorenzo atestigua la construcción de Ciudad Universitaria, y lucha consigo mismo para no perder la paciencia al reclutar estudiantes a los cuales formar en astronomía.

“Maestro, es que me voy a casar.” “Se lleva usted a su mujer.” “Doctor, mis padres no van a aguantar cuatro años de ausencia.” “Si usted les dice que va, hasta irán a visitarlo.” “No tienen con qué, doctor.” “Usted puede trabajar en sus horas libres, todos los muchachos lo hacen.” “Maestro, mi inglés es pésimo.” “¿Y qué? También el mío lo era. Tome usted un curso intensivo y allá termina de aprenderlo.” “Soy antiyanqui. Detesto su cultura.” “No se preocupe, puedo arreglarle una beca en Inglaterra, Francia, Italia o Japón. ¿Quiere ir al observatorio de Byurakan, en Armenia?” Las horas de convencimiento lo desgastaban.

De Tena ignoraba lo que significaban los lazos familiares y así fue a decírselo a Graef. El apretado cerco se volvía un nudo ciego, por no decir la cuerda del ahorcado. Ninguno de estos muchachos tenía espíritu de aventura. “Claro que lo tienen, Lorenzo, debes descubrírselo,” Lorenzo alegó que le parecía muy superior la educación norteamericana, que saca a sus jóvenes a los dieciséis años del home sweet home para no regresar sino hasta el día de Thanksgiving. Eso sí que era liberador. Aquí, ninguno podía romper el cordón umbilical.

Nuestro héroe tuvo mujeres a lo largo de su vida. Desde su juventud, durante su estancia fuera del país, en la ciudad de México y en Tonanzintla. Fausta, la última mujer de su vida y con quien él por fin acepta quiere pasar el resto de sus días a pesar de sus hábitos tan poco convencionales y exasperantes, toma una maleta y abandona la casita de Tonanzintla para nunca más volver. Lorenzo De Tena había ido a verla a su casa, por fin se había rendido al hecho de que la amaba y, sin expresar tan aplastante verdad la poseyó en un pestañazo. Acto seguido la arropó y le aseguró que estaría de regreso a media noche. Llegó hasta el telescopio a trabajar y reparó en todo este tiempo que ella había sido su compañera. Apagó todo y bajó corriendo hasta la casita, dispuesto a dejar de girar en su solitaria órbita, a tener hijos y a volver al rumor de la vida diaria con ella.
Nunca debió de haberse ido. Tenía que haberse quedado.

Espero que haya disfrutado su resumen, peladito y en la boca.


miércoles, 2 de abril de 2014



Cerati en primera persona – Maitena Aboitiz

No quiero ser una sola cosa. Me resisto a serlo y doy pruebas con lo que hago.
G. Cerati
p. 304

Claro que no sabía que el libro iba a salir, simplemente me topé con él de frente. Completamente desacostumbrada a hurgar los ires y venires de aquellos cuya creatividad musical admiro, sin saberme siquiera sus fechas de cumpleaños, dónde fueron a la escuela o dónde tocaron por primera vez, haber pasado un día por las revistas del Samborns y ver el montón de libros con una de foto de Gustavo Cerati en blanco y negro me paró en seco. Y tomé uno para verle el lomo y la contraportada, sólo para volver a dejarlo en su lugar, enojada, furiosa. Desaprobación.
Claro que no lo compré. Claro que me negué a recibirlo como regalo. Claro que quería olvidarme de su existencia. Tenía mucho tiempo que había dejado fuera de mi reproductor de música los discos de Gustavo Cerati. Tenía mucho tiempo de haberme dado a la tarea de seguir viviendo, trabajando y buscando música que tuviera mucha calidad. Pero poco a poco, a partir de ese día, volví a escuchar sus discos, con el mismo sentimiento de enojo hacia el genio que cayó presa  de su genialidad. Se acercaron las vacaciones de Navidad del 2013 y volví a encontrar el libro. Y volví a casa con él.

No fue un libro sencillo de leer, no para mí.

Cerati en primera persona es una recopilación cronológica de cosas dichas por él en entrevistas a distintos medios de comunicación. Se encuentra dividido en 14 capítulos, cada uno de ellos dedicado a y bajo el título de cada una de sus creaciones discográficas. Empieza con la grabación de Colores Santos y termina con la presentación de Fuerza Natural. Al centro tenemos el lujo de 16 páginas con 72 fotografías. La primera página de cada capítulo muestra la ficha técnica de dicha creación discográfica, las últimas mucho más detalladas que las primeras pero todas ellas dando cuenta de quiénes participaron en la creación de cada disco. El relato de cada capítulo es, enteramente, de voz de Gustavo Cerati.

Puedo contar con los dedos de una mano las veces en las que oí su voz dando alguna declaración en entrevista de prensa durante alguna nota en la sección de espectáculos en televisión. El tiempo total que debí haberle escuchado hablar, contando las pocas palabras que nos dirigía al público que le fuimos a ver tocar en vivo y los especiales musicales que llegué a comprar no debe sumar más de 2 horas. Por ello, tener en mis manos la posibilidad de recrear su voz al habla hizo de ésta una de las lecturas más tristes de toda mi vida lectora.

Cierto, hubo regocijo. En una máquina del tiempo voluntaria, recorrí aquello que yo vivía cuando compré su primer disco, Amor Amarillo, a la par de la lectura que hacía de su recuento. Recordé que para la llegada desfasada de Colores Santos a las tiendas de discos yo no tenía ni un quinto en la bolsa. Mientras leía, recordé la época inocente en la que vivía, y luego los días aciagos y de total incertidumbre que se me vinieron encima. Recordé el regreso de la alegría, la certeza de lo incierto y la llegada resuelta de la malicia. Recordé la pérdida de la salud, la recuperación de la salud, el convencimiento de que no puede haber nada que esté por encima de mi salud física y mental ni la de los míos. Hubo regocijo. Pero éste sólo duraba en tanto me quedara en el capítulo que leía pues, contrario a todas mis demás lecturas, ésta tenía un final que ya conocía y detestaba.

Este es un libro que no iba a leerme, como otros, de una sentada. No es un libro al que, como otros, corría a la primera oportunidad que tenía. Es un libro para el que tenía que estar de humor para leerlo. No si venía de alguna emoción intensa, buena o mala. Necesitaba estar de humor neutro para leerlo.  Y con todo, tenía que cerrarlo y dejarlo sin abrir por unos días. Me vi buscando trabajo que hacer para no tener tiempo de leerlo. Al final, encontrando el humor para leer Fuerza Natural, el último capítulo, me di cuenta que si bien mi enojo hacia el genio que cayó presa de su genialidad permanece intacto, el resto de los capítulos me ayudaron a recordar que hay otros sentimientos que guardo hacia el Leo que reverbera una luz y energía tal que no soportaba dentro de sí mismo y que tenía que sacar y compartir con el mundo.
Comparto aquí la última reflexión suya en torno al lanzamiento de Fuerza Natural.

Esto es lo que viene. Esto es lo que me representa ahora. Esto es lo que me va a llevar por el mundo a tocar. Y esto es lo que me hace sentir orgulloso.
Estoy disfrutando el recorrido, ¿no? Y es un poco la sensación: disfrutar el trayecto.
Llegar a estas épocas de mi vida y disfrutarlo… no es algo que sea una felicidad ¡wuaa! de esas que puede ser haber tenido a mis hijos. Pero la verdad es que yo recomiendo este kilometraje porque cuando uno es más péndex, la ansiedad muchas veces no te deja vivir los momentos que como los orientales bien dicen son el aquí y el ahora, y cuando llegás a esta edad que tengo, de la cual no reniego en lo más mínimo, me doy cuenta de que uno puede disfrutar más de eso que uno habla y pocas veces hace: de estar más acá.


Espero que haya disfrutado su resumen, peladito y en la boca.

lunes, 3 de febrero de 2014


East of Eden – John Steinbeck

Todos venimos de una familia. Es la convivencia con esta o la falta de la misma lo que parece definir casi todo lo que somos. La realidad es que lo que somos lo traemos adentro.

Para recibir al 2014 di una mirada al pasado: East of Eden es el primer libro que leí en lengua inglesa en mis años universitarios. Es el único libro que he leído de Jonh Steinbeck y uno de los que todavía conservo amarillentos casi verdosos.
East of Eden es la historia de dos familias a lo largo de tres generaciones, algo que a muchos de nosotros también nos ha tocado vivir: presenciar los ires y venires de tres generaciones en nuestras propias familias. Estas dos familias son los Hamilton y los Trask, ambas asentadas en el valle Salinas en California, Estados Unidos.
Sin agua en abundancia en sus tierras, los Hamilton viven de forma austera, sin amasar fortunas pero sin tirarse a la pobreza. Encabezados por Samuel y Liza, irlandeses de origen y cada quien a su manera de férrea pureza, los Hamilton son una familia numerosa que alberga un abanico de posibilidades para el destino de cada vástago.
Adam Trask, único sobreviviente de una familia de la costa Este del país cuya única forma de cariño era el maltrato a veces seguido de arrepentimiento, establece su residencia en uno de los mejores sectores del valle. Ha traído consigo la holgura de su herencia y la etérea, impenetrable mujer que lo ha hechizado a grado tal que él sólo ve imágenes de una familia próspera y radiante, aun cuando ella, Cathy Ames, le ha dicho con todas sus letras que habrá de irse de su lado.
Esta novela dividida en cuatro partes y 55 capítulos me atrapó en el capítulo 8, el cual está enteramente dedicado al personaje que se robó toda mi atención por el resto de la obra: Cathy Ames. De ella le regalo algunos fragmentos:

Monsters are variations from the accepted normal to a greater or less degree. As a child may be born without an arm, so one may be born without kindness or the potential of conscience. A man who loses his arms in an accident has a great struggle to adjust himself to the lack, but one born without arms suffers only from people who find him strange. Having never had arms, he cannot miss them. Sometimes when we are little we imagine how it would be to have wings, but there is no reason to suppose it is the same feeling birds have. No, to a monster the norm must seem monstrous, since everyone is normal to himself. To the inner monster it must be even more obscure, since he has no visible thing to compare with others. To a man born without conscience, a soul-stricken man must seem ridiculous. To a criminal, honesty is foolish. You must not forget that a monster is only a variation, and that to a monster, the norm is monstrous.
It is my belief that Cathy Ames was born with the tendencies, or lack of them, which drove and forced her all of her life. Some balance wheel was mis-weighted, some gear out of ratio. She was not like other people, never was from birth. And just as a cripple may learn to utilize his lack so that he becomes more effective in a limited field than the uncrippled, so did Cathy, using her indifference, make a painful and bewildering stir in her world.

El querido y respetado Samuel Hamilton, de carácter afable y plática fácil, conoce a Cathy. Samuel no alcanza a descifrar qué le resulta anormal en Cathy. No es sino hasta después de que ella le lacera una mano mientras él la asiste en el parto de sus dos gemelos que, luego de una tremenda fiebre por la infección, Samuel decide aceptar que ella alberga maldad dentro. Aquí algunos fragmentos del escaso contacto entre ambos.

He paused, and the silence dropped. Cathy looked down at her plate while she ate a sliver of roast lamb. She looked up as she put it between her small sharp teeth. Her wide-set eyes communicated nothing. Samuel shivered.

…It was the eyes, of course, Samuel thought. Only twice in my life have I seen eyes like that – not like human eyes…

He had not looked at her closely until now. And he saw true hatred in her eyes, unforgiving, murderous hatred.
She made a great effort. And it gave him a shivering to see her face change, the steal leave her eyes, the lips thicken from line to bow, and the corners turn up. He noticed a movement of her hands, the fists unclench and the fingers turn pinkly upward. Her face became young and innocent and bravely hurt. It was like one magic-lantern slide taking the place of another.
He put his hand on her forehead where her scar showed dark and angry. “How did you get the hurt on your head?” he asked.
Her head jerked up and her sharp teeth fastened on his and across the back and up into the palm near the little finger. He cried out in pain and tried to pull his and away, but her jaw was set and her head twisted and turned, mangling his hand the way a terrier worries a sack. A shrill snarling came from her set teeth. He slapped her on the cheek and it had no effect. Automatically he did what he would have done to stop a dog fight. His left hand went to her throat and he cut off her wind. She struggled and tore at his hand before her jaws unclenched and he pulled his hand free. The flesh was torn and bleeding. He stepped back from the bed and looked at her with fear. And when he looked, her face was calm, and young and innocent.
“I’m sorry,” she said quickly. “Oh, I’m sorry.”
Samuel shuddered.
“It was the pain,” she said.

Cuando la película, efectivamente, con James Dean, me llegó a las manos algunos años después, me senté a verla esperando con ansia ver a Cathy Ames. Les quedó tan desdibujada que no guardo memoria de prácticamente ninguna escena del resto de tan llevado y traído clásico del cine norteamericano. En fin, seguramente el director también tuvo sus personajes favoritos. 
Como no recuerdo cómo acaba la película, le contaré que al final de la obra literaria vemos a Adam Trask en su lecho de muerte; a su lado el hijo gemelo que aún vive, Cal, y su fiel sirviente chino Lee. Lee suplica a Adam le conceda a Caleb la gracia de su bendición y con ella su perdón por haber asesinado a su hermano gemelo Aaron.

The whole bed seemed to shake under the concentration. Adam’s breath came quick with this effort and then, slowly, his right hand lifted – lifted an inch and then fell back.
Lee’s face was haggard. He moved to the head of the bed and wiped the sick man’s damp face with the edge of the sheet. He looked down at the closed eyes. Lee whispered, “Thank you, Adam – thank you, my friend. Can you move your lips? Make your lips form his name.”
Adam looked up with sick weariness. His lips parted and failed and tried again. Then his lungs filled. He expelled the air and his lips combed the rushing sigh. His whispered word seemed to hang in the air:
 “Timshel!”
His eyes closed and he slept.


Espero que haya disfrutado su resumen, peladito y en la boca.


jueves, 21 de noviembre de 2013



Catching fire – Suzanne Collins

“Don’t worry. I always channel my emotions into my work. That way I don’t hurt anyone but myself.”
Cinna

En carne de quien no ha cumplido 18 años, prácticamente cualquier escenario es terror puro: a esa edad uno siente con todas las vísceras. La poca tolerancia a las miradas sobre uno, las expectativas que creemos que otros tienen de uno, la envidia que nos provoca la natural desenvoltura de otros, la aceptación y magnificación de la propia torpeza, todo esto experimenta Katniss Everdeen a lo largo de las dos primeras partes de este segundo libro: The Spark y The Quell.
Nuestra protagonista se ve envuelta, uno tras otro, en escenarios de terror puro. Desde la malograda comunicación entre ella y su inseparable Gale a su regreso del absurdo reality show donde ha resultado uno de los ganadores, pasando por los inminentes preparativos de boda a los que es literalmente sometida; hasta el anuncio de que volverá al lugar de sus vívidas pesadillas, nada más y nada menos que con los ganadores de las justas anteriores.
La maravilla de Katniss, a mi parecer, es que no es una persona irracionalmente buena y generosa. Como cualquier adolescente, experimenta egoísmo, enojo y miedo que en la mayoría de las ocasiones no encuentra cómo canalizar. Puede llegar un momento en que al lector le parezca incluso mezquina, detestable y anti-heroica, pero bueno, así somos todos. Respondona, impulsiva y solitaria, lo único que parece centrar sus energías es que aquellos a quienes ama se vean en alguna suerte de peligro.

Es obvio que en The Spark, primera parte del libro, nos enteramos que puede haber una posible rebelión, un levantamiento por parte de los sobajados Distritos hacia la insensible Capital. El mismísimo Presidente Snow ha estado de visita en casa de Katniss, con su aliento a sangre fresca y todo, a fin de amedrentar cualquier esfuerzo de su parte por mantener la chispa de un posible levantamiento viva. El segmento que le comparto es el de la gran recepción para los ganadores, luego de haber recorrido cada uno de los Distritos, en la mismísima Capital:

“Why aren’t you eating?” asks Octavia.
“I have been, but I can’t hold another bite,” I say. They all laugh as if that’s the silliest thing they’ve ever heard.
“No one lets that stop them!” says Flavius. They lead uso ver to a table that holds tiny stemmed wineglasses filled with clear liquid. “Drink this!”
Peeta takes one up to take a sip and they lose it.
“Not here!” shriecks Octavia.
“You have to do it there,” says Venia, pointing to doors that lead to the toilets. “Or you’ll get it all over the floor!”
Peeta looks at the glass again and puts it together. “You mean this will make me puke?”
My prep team laughs histerically. “Of course, so you can keep eating,” says Octavia. “I’ve been there twice already. Everyone does it, or else how would you have any fun at a feast?”

En The Quell, Katniss se refugia en el bosque, presa del pánico de volver a pisar siquiera la arena. Es en el bosque donde Bonnie y Twill, fugitivas del Distrito 8 donde empezó la rebelión a tiempo que Peeta le pedía matrimonio en cadena nacional, le informan de su esperanza de encontrar el desaparecido Distrito 13 bajo tierra. Esperanza basada tan sólo en la brevísima escena televisiva en la que un ave cruza el cielo del Distrito 13, siempre la misma. En el centro de entrenamiento, Katniss y Peeta conocen a sus oponentes, Enobaria de dentadura dentada y el adonis Finnick entre ellos. Katniss y Peeta tienen a su disposición los videos de los juegos en los que sus ahora oponentes resultaron ganadores; ven y estudian estos videos como parte de su entrenamiento. En estos videos han visto el sorteo en el que Haymitch es elegido a la par de Maysilee Donner, tía de Madge y gemela de su ahora postrada mamá, ambas gemelas amigas de la mamá de Katniss, a quien Katniss ve en toda su insuperable belleza adolescente. Esta segunda parte del libro cierra justo antes de la entrada de los tributos a la arena, donde cada uno de ellos se encuentra bajo tierra acompañados de su encargado de imagen, Cinna, en el caso de Katniss. Cinna ha prendido el broche de Katniss a su delgadísimo y ajustado traje, dando un paso atrás para permitir que ella quede encerrada en el tubo que la subirá a la superficie de la arena.

Suddenly the door behind him bursts open and three Peacekeepers spring into the room. Two pin Cinna’s arms behind him and cuff him while the third hits him in the temple with such forcé he’s knocked to his knees. But they keep hitting him with metal-studded gloves, opening gashes on his face and body.  I’m screaming my head off, banging on the unyielding glass, trying to reach him. The Peacekeepers ignore me completely as they drag Cinna’s limp body from the room. All that’s left are the smears of blood on the floor.
Sickened and terrified, I feel the plate begin to rise.



En, The Enemy, la competencia propiamente dicha comienza. Katniss y Peeta buscan aliarse con otros competidores, a la par de que muchos de ellos van cayendo en las trampas contenidas en el trazado cíclico y circular de la además reducida arena de estos juegos: un diseño a modo de reloj. En medio de estas alianzas, Katniss confía y desconfía de los demás competidores, al lado de quienes libra batallas contra monos mutantes y contra los tributos considerados como favoritos. De igual manera, se enfrentan a una neblina venenosa que pasma el sistema nervioso y al terror psicológico que les infligen los jabberjays al imitar gritos de auxilio en voces de Annie, Gale y Prim. Mal herida por obra de Johanna, Katniss saca fuerzas para volar el campo de fuerza que envuelve a la arena y aprisiona a los competidores dentro de ella. Una nave ha venido por ella, a la manera en que los tributos muertos son evacuados de la arena. Katniss despierta dentro de la nave donde, aturdida, entubada, dopada y canalizada, ya consiguió írsele encima a Haymitch, quien, al igual que Finnick y Heavensbee viaja dentro de la misma. Katniss, el mockingjay, ha sido exitosamente rescatada, no asi Peeta. Todo parece indicar que él se encuentra en manos de la Capital. A quien Katniss ve al abrir los ojos es a Gale.
Pensando que quizás ya disfrutó de la película incluso antes de su redoblado estreno, le regalo el gran final:

“She is alive. So is your mother. I got them out in time,” he says.
They’re not in District Twelve?” I ask.
“After the Games, they sent in planes. Dropped firebombs.” He hesitates. “Well, you know what happened to the Hob.”
I do know. I saw it go up. That old warehouse embeded with coal dust. The whole district’s covered with the stuff. A new kind of horror begins to rise up inside me as I imagine firebombs hitting the Seam.
“They are not in District Twelve?”  I repeat. As if saying it will somehow fend off the truth.
“Katniss,” Gale says softly.
I recognize that voice. It’s the same one he uses to approach wounded animals before he delivers a deathblow. I instinctively raise my hand to block his words but he catches it and holds on tightly.
“Don’t,” I whisper.
But Gale is not the one to keep secrets from me. “Katniss, there is no District Twelve.”

Espero que haya disfrutado su resumen, peladito y en la boca.


domingo, 10 de noviembre de 2013


La reina en el palacio de las corrientes de aire MILLENNIUM 3 – Stieg Larsson
  
Mi tercer libro electrónico, la pantalla de un Nokia Lumia de reservadas características era suficiente. Sólo rogar porque hubiera red para poder abrirlo desde Dropbox. Tercer y último libro de la serie Millenium, pues Stieg Larsson murió en el año 2004, precisamente por estas fechas. Lisbeth Salander libra batalla tras batalla para salir victoriosa de esta guerra en la que, como sabemos de nuestro libro anterior, ha sido acusada de tres asesinatos. Absolutamente todo lo que en ella se manifiesta es usado en su contra: su personalidad poco sociable, su indumentaria, sus preferencias sexuales, sus inexpresivos silencios y su declaración de incapacidad a raíz de un pasado tachado de violento. En su contra operan los miembros de la desaparecida Sección, el psicoanalista infantil Peter Teleborian y el ingenuo fiscal Ekström. De su lado se encuentra, obvio, Mikael, quien ha rogado a su hermana Annika y a Lisbeth aceptar fungir como abogada y clienta en el caso que se les avecina una vez que Lisbeth logre salir del hospital en el que los miembros de la Sección han rematado a su malherido padre, Alexander Zalachenko, y donde han intentado matarla también a ella. Durante su estancia en el hospital y una vez que puede incorporarse y mantenerse sentada en su cama, se ocupa, de la mano de sus amigos de Hacker Republic, de preparar su declaración, de investigar a su odiado psicoanalista de la infancia y de resolver el caso de acoso cibernético y físico del que Erika Berger es objeto. Por si fuera poco, se da el tiempo de leer revistas de investigación en genética avanzada que le consigue el doctor Anders Jonasson que le ha sacado la bala del cerebro.

El libro se divide en tres partes: Incidente en un pasillo, Hacker Republic y Disc crash. Al inicio de cada una de estas partes se cuentan breves reseñas sobre pueblos de amazonas alrededor del mundo. Aquí un segmento de cada narración:

“A los libros de historia siempre les ha resultado difícil hablar de las mujeres que no respetan la frontera que existe entre los sexos. Y en ningún otro momento esa frontera es tan nítida como cuando se trata de la guerra y del empleo de las armas”.

“También fueron los griegos los que acuñaron el término amazona. La palabra significa literalmente «sin pecho» porque, con el objetivo de que a las mujeres les resultara más fácil tensar el arco, les quitaban el pecho derecho.”

“Sin embargo, el ejército (de amazonas) de Myrina dejó huella en la región… Esas mujeres eran entrenadas en el manejo de todo tipo de armas, entre ellas el arco, la jabalina, el hacha y las lanzas… Rechazaban el matrimonio por considerarlo una sumisión…  Sólo la mujer que había matado a un hombre en la batalla tenía derecho a perder su virginidad.”

A continuación le ofrezco segmentos de la última parte, Disc Crash, donde el juicio contra Lisbeth finalmente tiene lugar. En el primer segmento tenemos el primer interrogatorio realizado por el fiscal Ekström a Lisbeth Salander.

—Bueno —dijo Ekström con un tono de voz razonable—. Vayamos directamente a los acontecimientos de la casa de campo del difunto letrado Bjurman, en las afueras de Stallarholmen, ocurridos el seis de abril de este mismo año y que constituyen el punto de partida de la exposición que realicé esta mañana. Intentemos aclarar las razones que la llevaron a ir a Stallarholmen y pegarle un tiro a Carl-Magnus Lundin.
Ekström intimidó a Lisbeth Salander con la mirada. Ella siguió sin inmutarse. De repente, el fiscal pareció resignarse. Hizo un gesto con las manos y pasó a contemplar al presidente del tribunal: al juez Jórgen Iversen se lo veía pensativo. Acto seguido, miró de reojo a Annika Giannini, que seguía inmersa en la lectura de sus papeles, ajena por completo a su entorno.
El juez Iversen carraspeó. Luego se dirigió a Lisbeth Salander:
—¿Debemos entender su silencio como que no quiere contestar a las preguntas? —preguntó.
Lisbeth Salander giró la cabeza y se enfrentó con la mirada del juez Iversen.
—Contestaré con mucho gusto a las preguntas —le respondió.
El juez Iversen asintió.
—Entonces, ¿por qué no contesta a mi pregunta? —terció el fiscal Ekström.
Lisbeth Salander volvió a mirar a Ekström. Permaneció callada.
—¿Hace usted el favor de contestar a la pregunta? —intervino el juez Iversen.
Lisbeth giró nuevamente la cabeza hacia el presidente de la sala y arqueó las cejas. Su voz sonó fuerte y clara.
—¿Qué pregunta? Hasta ahora —señaló con un movimiento de cabeza a Ekström— no ha hecho más que una serie de afirmaciones no confirmadas. Yo no he oído ninguna pregunta.
Annika Giannini alzó la vista. Puso un codo en la mesa y apoyó la cara en la mano mostrando un repentino interés con la mirada.
El fiscal Ekström perdió el hilo durante unos cuantos segundos.
—¿Puede hacer el favor de repetir la pregunta? —propuso el juez Iversen.
—Yo le he preguntado si... ¿Fue usted a la casa de campo que el abogado Bjurman tenía en Stallarholmen con el objetivo de disparar a Carl-Magnus Lundin?
—No, has dicho que querías aclarar las razones que me llevaron a ir a Stallarholmen y pegarle un tiro a Carl-Magnus Lundin. Eso no es una pregunta. Es una afirmación general en la que te adelantas a mi respuesta. Yo no soy responsable de las afirmaciones que tú quieras hacer.
—No sea tan impertinente. Conteste a la pregunta.
—No.
Silencio.
—¿No?
—Es la respuesta a la pregunta.

Después de haber interrogado a Lisbeth y a varios testigos, el fiscal Ekström ha llamado a su testigo estrella, el doctor Peter Teleborian, quien con sobrada confianza en su conocida reputación dentro el gremio, ha tachado todas las afirmaciones y acusaciones de Lisbeth de meras fantasías infantiles. El turno es de Annika para probar que las aseveraciones de Lisbeth son ciertas, y tras develar una serie de inconsistencias en los dichos de Peter Teleborian sobre el tratamiento y salud mental de Lisbeth, nuestra abogada de lo familiar ha oprimido el botón de reproducción del DVD dispuesto en la sala del juicio para consideración del juez Iversen.

Al cabo de nueve minutos, el juez Iversen golpeó la mesa con la maza justo en el momento en que el abogado Nils Bjurman quedaba inmortalizado para la posteridad al introducir violentamente un consolador en el ano de Lisbeth Salander. Annika Giannini había puesto el volumen bastante alto. Los gritos medio apagados que Lisbeth dejaba escapar a través de la cinta adhesiva que cubría su boca resonaron en toda la sala.
-—¡Quite la película! —dijo Iversen con un tono de voz muy alto y firme.
Annika Giannini pulsó la tecla de stop. Se encendieron las luces. El juez Iversen se había sonrojado. El fiscal Ekström se había quedado petrificado. Peter Teleborian estaba lívido.
—Abogada Giannini, ¿qué duración ha dicho que tiene esa película? —-preguntó el juez Iversen.
—Noventa minutos. La violación propiamente dicha tuvo lugar repetidamente a lo largo de unas cinco o seis horas; no obstante, mi clienta recuerda de forma muy vaga la violencia de las últimas horas.
Annika Giannini se volvió hacia Peter Teleborian.
—Aunque sí está la escena en la que Bjurman atraviesa el pezón de mi clienta con una aguja y que el doctor Teleborian sostiene que es una muestra más de la exagerada fantasía de Lisbeth Salander. Tiene lugar en el minuto setenta y dos y estoy dispuesta a mostrar esa escena ahora mismo.
—Gracias, pero no va a ser necesario —dijo Iversen—. Señorita Salander...
Se quedó callado un segundo sin saber cómo continuar.

El resto del juicio transcurre sin contemplaciones. Annika asesta golpe tras golpe. Uno de estos golpes se refuerza cuando la policía interrumpe el juicio para llevarse a Peter Teleborian por posesión de más de ocho mil fotografías de pornografía infantil muy dura que Hacker Republic habría de descubrir en la computadora personal del psicoanalista y que habrían de quedar clavadas en la retina de Mikael Blomkvist. Tras el éxito aplastante del juicio, Annika se ha ofrecido a llevar a Lisbeth a su casa, se han estacionado y le suplica que no desaparezca pues las cosas no han terminado:

—¿Qué piensas hacer ahora?
—No lo sé. Puedes contactar conmigo por correo electrónico. Prometo contestar en cuanto pueda, aunque quizá no lo mire todos los días...
—Tener una abogada no te convierte en ninguna esclava. De momento, nos contentaremos con eso. Anda, sal del coche: estoy hecha polvo y quiero irme a casa a dormir.
Lisbeth abrió la puerta y salió. Se detuvo cuando estaba a punto de cerrar. Dio la impresión de que deseaba decir algo y no encontraba las palabras. Por un momento, Lisbeth se le antojó a Annika casi casi vulnerable.
—Está bien —-dijo Annika—. Vete a casa a descansar. ¡Y no te metas en líos!
Lisbeth Salander se quedó en la acera siguiendo con la mirada el coche de Annika Giannini hasta que las luces traseras desaparecieron al doblar la esquina.
—Gracias —-acabó diciendo.

Pero Annika Giannini tuvo que acosar a Lisbeth para que ésta se ocupara, como mayor de edad que ahora oficialmente era, de decidir sobre la repartición de bienes antes propiedad de Zalachenko que le tocaban a ella y a su hermana Camila. Es en uno de estos inmuebles, donde Lisbeth encuentra al desaparecido Niederman. Después de hábilmente lograr evadirlo pues sabe que no puede herirlo, logra clavarle los pies al suelo con un martillo taladro, trepa a una colina fuera del inmueble y termina su horrenda lucha.

Cuando Sonny Nieminen y sus cómplices descubrieron que había una puerta abierta en la fachada lateral, ella volvió a coger su móvil. Escribió un mensaje y lo envió a la central de la policía de Norrtálje:
EL ASESINO DE POLICÍAS R. NIEDERMANN SE ENCUENTRA EN LA VJA FÁBRICA DE LADRILLOS CERCA DE LA GASOLINERA OK AFUERAS DE SKEDERID. ESTÁ A PUNTO DE SER ASESINADO POR S. NIEMINEN & MMBROS DE SVAVELSJÖ MC. MUJER MUERTA EN PISCINA DE PLNTA BJA.
No pudo ver ningún movimiento en la fábrica. Cronometró el tiempo.
Mientras esperaba, sacó la tarjeta SIM del móvil y la destruyó cortándola por la mitad con unas tijeras para las uñas. Bajó la ventanilla y tiró los trozos al suelo. Luego sacó de la cartera una tarjeta SIM nueva y la introdujo en el teléfono. Utilizaba tarjetas prepago de Comviq que resultaban casi imposibles de rastrear. Llamó a Comviq y recargó quinientas coronas.

Una vez más, como seguramente también disfrutó de esta historia en su versión cinematográfica (sueca, por supuesto), le regalo el gran final:

Ella dudó unos segundos. Llevaba dos años manteniéndose a la mayor distancia posible de Mikael Blomkvist. Aun así, le dio la sensación de que —bien a través de la red o bien en la vida real— él siempre acababa pegándose a su vida igual que se pega un chicle a la suela de un zapato. En la red todo le parecía bien. Allí él no era más que electrones y letras. En la vida real, delante de su puerta, seguía siendo ese maldito hombre tan jodidamente atractivo. Y que conocía sus secretos de la misma manera que ella conocía los de él.
Lo contempló y constató que ya no albergaba ningún sentimiento hacia él. O al menos no ese tipo de sentimientos.
Lo cierto era que durante el año que acababa de pasar él había sido un amigo.
Confiaba en él. Quizá. Le irritaba que una de las pocas personas en las que confiaba fuera un hombre al que evitaba ver constantemente.
Al final se decidió. Era ridículo hacer como si él no existiera. Ya no le dolía verlo.
Abrió la puerta y lo dejó entrar de nuevo en su vida.

Espero que haya disfrutado su resumen, peladito y en la boca.


martes, 24 de septiembre de 2013

La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina MILLENNIUM 2– Stieg Larsson




 
De la famosa trilogía Millennium, éste segundo libro leído en formato electrónico es el que más me ha gustado. Seguramente porque me parece que de los tres libros éste es el que centra toda su atención en Lisbeth Salander; en su frialdad, en su ácida cordura, en su sonrisa torcida, en su portentosa rapidez para el aprendizaje, en su engañosa fragilidad y en su derecho irrevocable a ser quien y como ella quiera ser.

El libro se divide en cuatro trepidantes partes: Ecuaciones irregulares, From Russia with love, Ecuaciones absurdas y Terminator mode. Cada una de estas partes adereza el título con una brevísima referencia a una de las cosas que disfruté mucho en secundaria: ecuaciones. Lisbeth adquirió el libro Dimensions in Mathematics en su impulso y fascinación por conocer más sobre la astronomía esférica. Y este libro le acompaña en su solitario recorrido por distintos países luego de haberse ido de Suecia sin dejar rastro, con una cuantiosa fortuna en coronas suecas fruto, propiamente dicho, de su duro trabajo como investigadora en el caso Wennerström. A este viaje de Lisbeth por algunos puntos del globo y de nuestro viaje por su compleja severidad y por debajo de su dura coraza le antecede un revelador prólogo, que nos servirá para concederle razón en casi todas sus formas de proceder. Como una solución al teorema de Fermat que a ella tanto le fascinó.

A continuación le despliego un segmento de cada una de esas cuatro partes. En el primer segmento tenemos al tatuado abogado que odia a su ex-tutelada con sobrada vehemencia.

Bjurman regresó al archivo de la comisión de tutelaje. Esta vez no pidió ver la documentación sobre Lisbeth Salander sino la descripción del cometido de Palmgren, algo determinado por la propia comisión. Se la dieron y, a primera vista, resultó decepcionante. Dos páginas de escasa información. La madre de Lisbeth Salander ya no era capaz de ocuparse de sus hijas. A causa de las especiales circunstancias, las hijas tuvieron que ser separadas. Camilla Salander fue entregada, por mediación de los servicios sociales, a una familia de acogida. Lisbeth Salander ingresó en la unidad de psiquiatría infantil de Sankt Stefan. No se consideró otra alternativa.
¿Por qué? Había una frase críptica: «Debido a los acontecimientos del 120391, la comisión de los servicios sociales ha decidido que...». Luego otra referencia al número de registro de las misteriosas y confidenciales pesquisas policiales. Pero esta vez había un detalle más: el nombre del policía encargado de la investigación.
Estupefacto, el abogado Nils Bjurman se quedó mirando el nombre. Era un nombre que conocía. Y muy bien.
Las cosas cobraban otra dimensión.

Todos venimos de una familia. En el segundo segmento conocemos a la familia cercana de Lisbeth Salander.

El nombre de su madre era Agneta Sofia Salander. Los últimos catorce años de su vida habían estado marcados por una sucesión de pequeños derrames cerebrales que le impidieron cuidar de sí misma y realizar sus actividades cotidianas. Hubo períodos en los que no fue posible comunicarse con ella y en los cuales, incluso, le resultó difícil reconocer a Lisbeth.
Pensar en su madre siempre le producía una sensación de desamparo y la sumía en la más absoluta oscuridad. En su adolescencia albergó, durante mucho tiempo, la esperanza de que se curara y de poder establecer algún tipo de relación con ella. Siempre supo que eso no ocurriría jamás.
La madre de Lisbeth era delgada y bajita pero, ni de lejos, tan anoréxica como ella. Al contrario, era realmente guapa y estaba bien proporcionada. Al igual que la hermana de Lisbeth.
Camilla.
Lisbeth no quería pensar en su hermana.
A Lisbeth se le antojaba una ironía del destino que ella y su hermana fueran tan drásticamente distintas. Eran gemelas, nacidas con un intervalo de veinte minutos.
Lisbeth era la primogénita. Camilla era guapa.
Resultaban tan diferentes que era increíble que se hubieran formado en el mismo útero. Si algo del código genético de Lisbeth Salander no hubiera fallado, ella también habría tenido exactamente la misma deslumbrante belleza que su hermana.
Y con toda seguridad habría sido igual de tonta… Desde que tenían doce años y ocurrió Todo Lo Malo se criaron en diferentes familias de acogida. No se habían visto desde que había cumplido los diecisiete y, en aquella ocasión, Lisbeth terminó con un ojo morado y Camilla con un labio partido. Lisbeth desconocía el paradero actual de Camilla, pero tampoco había hecho ningún esfuerzo por averiguarlo.

Lisbeth deposita en un reducido número de personas todos sus afectos. Y que estas personas se vean lastimadas por su causa la pone en un estado de furia escepcional. Este es nuestro tercer segmento:

El domingo por la mañana, cuando conectó su PowerBook y leyó todas las tonterías que habían escrito sobre Miriam Wu, Lisbeth enfureció. Se sintió miserable y le invadieron los remordimientos. No se había dado cuenta de hasta qué punto iban a atacar a Mimmi. Y el único delito de Mimmi consistía en ser... ¿conocida?, ¿amiga?, ¿amante?, de Lisbeth.
... Tras el acoso mediático del que estaba siendo víctima, dudaba que Mimmi quisiera volver a tener algo que ver con esa loca psicótica llamada Lisbeth Salander.
Le daba rabia.
... La lista de personas a las que Lisbeth tenía intención de someter a tratamiento empezaba a ser bastante larga.
Pero primero debía encontrar a Zala.
No sabía con exactitud qué sucedería cuando diera con él.

De la cuarta parte disfrutaremos del irreversible encuentro familiar: Lisbeth, su odiado padre (siempre el padre) y un hermano con analgesia. Un pavoroso escenario.

Ella también sintió cómo el fuerte latigazo eléctrico atravesaba el brazo con el que Niedermann la tenía agarrada. Daba por descontado que él se iba a desplomar de dolor; en cambio, bajó la mirada y contempló a Lisbeth con una expresión de desconcierto. Los ojos de Lisbeth Salander se abrieron de par en par; estaba perpleja. Resultaba obvio que él había experimentado una sensación incómoda, pero en absoluto dolor. «Este tío no es normal.»
Niedermann se inclinó, le quitó la pistola eléctrica y la examinó intrigado. Luego, le dio una bofetada con toda la mano. Fue como si la hubiese golpeado con un mazo. Ella se derrumbó sobre el suelo, ante el sofá. Levantó la vista y sus ojos se toparon con los de Niedermann. La observaba lleno de curiosidad, como si se preguntara qué sería lo próximo que haría Lisbeth. Como un gato que se prepara para jugar con su presa.
En ese momento, ella intuyó un movimiento en una puerta del fondo de la estancia. Volvió la cabeza.
Lentamente, él avanzó hacia la luz.
Se ayudaba de un bastón; Lisbeth vio la prótesis que le asomaba por la pernera.
Su mano izquierda era un muñón atrofiado al que le faltaban un par de dedos.
Alzó la mirada y contempló su cara. La mitad izquierda era un patchwork de cicatrices dejadas por las quemaduras. No tenía cejas y su oreja no era más que un resto de cartílago. Estaba calvo. Lo recordaba como un hombre atlético y viril, de pelo moreno rizado. Medía un metro sesenta y cinco y estaba demacrado.
—Hola, papá —dijo Lisbeth con un tono inexpresivo.
Alexander Zalachenko observó a su hija con la misma expresión ausente.
 ...
La segunda bala le alcanzó la espalda y fue a parar a su omoplato izquierdo. Un agudo y paralizante dolor le recorrió el cuerpo.
Cayó de rodillas. Durante unos segundos, fue incapaz de moverse. Era consciente de que Zalachenko estaba a su espalda, a unos seis metros. Obstinada, se puso de pie con un último esfuerzo y dio un tambaleante paso hacia la cortina de arbustos protectores.
Zalachenko tuvo tiempo de apuntar.
La tercera bala impactó a dos centímetros detrás de la parte superior de su oreja. Le perforó el hueso parietal y ocasionó una telaraña de fisuras radiales en el cráneo. Continuó su trayectoria hasta acabar descansando en la materia gris a unos cuatro centímetros por debajo de la corteza cerebral.
Para Lisbeth Salander la descripción médica habría sido puramente académica. En términos prácticos, la bala le provocó un trauma masivo inmediato. Su última percepción fue un shock de color rojo ardiente que se convirtió en una luz blanca.
Luego oscuridad.
Clic…
 ...
Con la mano derecha, Lisbeth se hizo con el hacha que estaba colgada de un clavo en el tajo un segundo antes de que Alexander Zalachenko entrara. No tenía fuerzas para levantarla por encima de su cabeza, de modo que, cogiéndola con una mano, tomó impulso y, de abajo arriba, describió con ella una curva mientras que, apoyándose sobre la cadera ilesa, giraba el'cuerpo.
Justo cuando Zalachenko le dio al interruptor de la luz, el filo del hacha se adentró diagonalmente en la parte derecha de su cara, destrozándole el hueso maxilar y penetrando unos milímetros en el frontal. No le dio tiempo a comprender lo que estaba ocurriendo. Un segundo despues su cerebro registró el dolor y se puso a aullar como un poseso…

Como estoy prácticamente segura de que también disfrutó de esta historia en su versión cinematográfica (sueca, por supuesto), le regalo el gran final:

Con Zalachenko en la caseta y Niedermann atado en la carretera de Sollebrunn, Mikael atravesó el patio hasta la casa principal. Tal vez hubiera una desconocida tercera persona que podría representar un peligro, pero la casa le pareció desierta, casi deshabitada. Apuntó al suelo con el arma y, con mucho cuidado, abrió la puerta exterior. Entró en un vestíbulo oscuro y vio un haz de luz que procedía de la cocina. Lo único que pudo oír fue el tictac de un reloj de pared. Al llegar a la puerta, descubrió de inmediato a Lisbeth Salander tumbada encima de un banco.
Por un instante, se quedó como paralizado contemplando su cuerpo maltrecho. Notó que en la mano —que colgaba flácida— llevaba una pistola. Se acercó y se puso de rodillas. Pensó en cómo había encontrado a Dag y Mia y, por un segundo, creyó que Lisbeth estaba muerta. Luego vio un pequeño movimiento en su caja torácica y percibió una débil y bronca respiración.
Alargó la mano y, cuidadosamente, le empezó a quitar el arma. De pronto, Lisbeth la agarró con más fuerza. Sus ojos se abrieron formando dos delgadas líneas y miraron a Mikael durante unos largos segundos. Su mirada estaba desenfocada. Después, él la oyó murmurar unas palabras en voz tan baja que apenas pudo percibirlas.
—Kalle Blomkvist de los Cojones.
Cerró los ojos y soltó la pistola. Mikael puso el arma en el suelo, sacó el móvil y marcó el número de emergencias.

Espero que haya disfrutado su resumen, peladito y en la boca.